Es extremadamente importante para el rendimiento pleno de un jugador el estado de motivación en que este se encuentre en el momento de la competencia.
Estar demasiado motivado evidencia nerviosismo y tener muy poca motivación podría terminar en relajación.
Los motivos se diferencian en: internos (automotivación) y externos (entrenador, compañeros, hinchas, amigos, etc).
Estos pueden ser: necesidades elementales como las ganas de moverse, el instinto lúdico, la ambición, la necesidad de destacarse, etc. Estos se adquieren a través de la educación e influencias externas sobre las personas.
El miedo es otro motivo, pero que promete menos posibilidades de éxito, a menudo en este proceso, diferentes motivos y necesidades contradictorias.
El proceso de motivación se podría definir como los motivos y necesidades innatos en el jugador que se utilizan para conseguir su motivación.
Hay que despertarlos, hacerlos conscientes de ellos, actualizarlos y adoptarlos, en un intercambio con las condiciones más favorables del día del encuentro.
Según las experiencias, hay más jugadores motivados por las esperanzas de obtener éxito que por el miedo a fracasar.
Las tareas que tienen más probabilidades de éxito intermedias, se realizan con más entusiasmo. El cometido del entrenador es presentar las tareas a resolver, de manera que el jugador crea en sus posibilidades sin perder credibilidad, ya que se darían cuenta e identificarían las exageraciones por encima o por debajo de la realidad.
Todas las medidas han de estar integradas y adaptadas a cada uno de los jugadores, a su situación emotiva individual y a las condiciones actuales de los jugadores y del equipo.
por Alejandro Luis Trionfini